domingo, 25 de mayo de 2014

HACIENDO YOGA EN EL AIRE / AEROYOGA

Vivir en el columpio
abc
A finales de año, Camille Paglia dijo en el «Wall Street Journal» que las mujeres nos hemos convertido en clones y que «estamos condenadas a Pilates los próximos 30 años». Qué razón. Por no dársela, por soltar la bola del tobillo, una tiende a desviar y elevar sus miras en el negociado del ejercicio físico. Aeroyoga. Me da la idea una exhibición que hicieron esta semana Verónica Blume, Dafne Fernández y Kira Miró para presentar Evax Liberty (cómo será ese momento en que a alguien se le ocurren estas asociaciones de ideas).
El aeroyoga, yoga en suspensión, es un método creado por Rafael Martínez la pasada década. Los objetivos son el crecimiento personal, el aumento de la creatividad, la mejora del potencial físico y emocional y el aumento de la autoestima. Los beneficios principales, la tonificación, el rejuvenecimiento, la eliminación del dolor de espalda, el estiramiento de la columna, el combate de la celulitis… He pensado quedarme a vivir en el columpio como el barón rampante de Calvino en el árbol.
El aeroyoga, cuya influencia más importante es el Natha Yoga, se practica en una especie de columpio que a veces parece una hamaca. Nada más subirme al artefacto, y al ver todas las cuerdas, pienso en eso que escribió Emilia Landaluce de los yucatecas que se ahorcan con sus hamacas («tres vueltas bastan»). Me veo capaz de estrangularme con una. Pero es un pensamiento absurdo propio de una zote miedosa. Propio de haber visto demasiado «1.000 maneras de morir». De pronto empiezo a hacer acrobacias y a creerme Pinito del Oro con mallas (el aumento de la autoestima). Te dicen que las posturas trabajan la conciencia corporal desde la suspensión y la ingravidez. Es verdad que soy poco yogui (mucho más bubu) y que mi conciencia a lo que me lleva es a tratar de no estamparme. Nunca he conseguido conectar cuerpo y mente.
Como E.E. Cummings, vivo tan por encima de mis posibilidades que podría decirse que vivimos en pisos distintos. Mi mente y mi cuerpo viven en edificios distintos. Pero aunque solo fuera por la parte física, el aeroyoga es muy estimulante (supongo que para otros será relajante). Relajante es desde luego el final, cuando el columpio se convierte en hamaca, los pies se cuelgan en los estribos y una está entre mujer pariendo, montañero colgado de las paredes del Capitán e indolente dormidora de siesta. En la gloria. Aquí entra en juego también la litoterapia. Me ponen una piedra caliente y enorme en la barriga. Y otra más pequeña en la frente que huele a jengibre. Es como lapidarte con palomitas. La lástima es que ya he vuelto con mi bola a Pilates. A poner los pies en el suelo.

Aeroyoga

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