jueves, 8 de mayo de 2014

Vladimir Putin, ¿macho alfa o un solitario con tendencias gays?


 Vladimir Putin y sus perros, Conny y Buffy
Una de cada seis mujeres rusas estaría dispuesta a casarse con su presidente, al menos así lo afirma una encuesta publicada en los medios de comunicación. Es cierto que el poder suele ser un ingrediente esencial del 'sex-appeal'. Pero el deseo que despierta entre su numeroso club de fanes femenino va mucho más allá de la política y la fortuna. A sus 61 años, Vladimir Putin reúne supuestamente las cualidades que deberían tener los auténticos hombres de la madre Rusia: seguro de sí mismo, deportista, ajeno a cualquier vicio, con un carácter que le impulsa a la acción, altivo y dominante.
Pero, ¿y si detrás de ese arrogante macho alfa se escondiera un alfeñique con graves problemas de relación, cuya homosexualidad latente le ha hecho despreciar el sexo? Para el politólogo y periodista ruso Stanislav Belkovsky, esa es la descripción que más se ajusta a la verdadera personalidad del presidente, como explica en su nuevo libro 'Putin. Toda la verdad'.
La biografía ha incendiado las redes sociales del país, aunque los medios tradicionales han procurado no provocar al Kremlin, convirtiéndola en una noticia menor. «Todo eso es basura», afirmaba hace pocos días un portavoz presidencial.
Una ‘rara avis’
Belkovsky es considerado una rara avis en Rusia. Recalcitrante opositor al régimen, muy pocos se han atrevido como él a arremeter con tanta fiereza contra el líder sin sufrir dolorosas consecuencias. En círculos políticos solo se explica por las supuestas relaciones que mantiene con poderosos personajes de la inteligencia del Estado. Aun así, en el caso de que fuera verdad lo que relata en el libro, debería estar preocupado por su seguridad: Belkovsky afirma que el misterio rodea la muerte en accidente de avión de un periodista que trataba de descubrir el verdadero origen familiar de Putin.

El autor parece que continuó esas investigaciones hasta averiguar –aunque no aporta pruebas documentales– que el padre biológico del presidente era un borracho y maltratador, y que su auténtica madre huyó con él a Georgia para acabar entregándolo a una humilde familia de Leningrado –actual San Petersburgo–. Por eso se falsificó su partida de nacimiento, fijando la fecha dos años después del parto.  Los supuestos problemas de carácter del pequeño Vladimir comienzan allí, en un entorno exento de cariño que le hizo infeliz, débil y retraído. Toda su vida, afirma Belkovsky, ha buscado la familia que él siente que no tuvo. En Boris Yeltsin, expresidente ruso y mentor político, vio la figura de un padre protector, y en su querido Roman Abramovich, un hermano sustituto.
Putin habría alcanzado la cima del poder casi sin proponérselo, dejándose llevar por los designios de Yeltsin, y después sirviendo fielmente a una élite política y económica de la que ha terminado siendo el principal beneficiario. A pesar de ello, según la biografía, nunca ha dejado de ser un hombre solitario e inseguro vestido con un efectista disfraz de viril seductor.

Sus sesiones fotográficas disfrutando de la naturaleza salvaje a pecho descubierto, practicando deportes de riesgo o en compañía de tigres sirven a ese propósito. «Sin embargo, ese es el verdadero Putin –comenta Belkovsky–, el que huye de la gente para refugiarse en la naturaleza. En alguna de esas imágenes aparece con sus mejores amigos, Conny, un perro labrador, y Buffy, un pastor búlgaro; su única compañía en el dormitorio presidencial».

En la sombra
Otras fuentes, por el contrario, sostienen que está disfrutando de su recién recobrada soltería. En junio se hizo oficial su divorcio de Lyudmila Putina, su pareja durante 30 años y madre de sus dos hijas. De hecho, hacía tiempo que estaban separados. Ella nunca tuvo un protagonismo en la vida pública; se limitó a ser una primera dama en la sombra, protegida por un muro casi infranqueable.
Tal es así que desde que dejó el Kremlin, se desconoce el paradero de Lyudmila, aunque algunos medios se han atrevido a asegurar que ahora reside en un monasterio. Casi de inmediato, surgieron los rumores sobre una supuesta relación de Putin con Alina Kabaeva –31 años más joven que él–, parlamentaria y campeona olímpica de gimnasia rítmica en 2004. Ya se había especulado con ese romance cinco años atrás, y el periódico que lo hizo tuvo que cerrar poco después.
Hoy la maquinaría de comunicación del Estado se muestra más permisiva y se limita a negar que sean pareja, y que se hayan casado en secreto o que tengan un hijo, como ha llegado a comentarse. De acuerdo con Belkovsky, han sido los asesores de comunicación del presidente los que han orquestado esta invención para seguir alimentando su fama de «macho y bomba sexual», cuando en realidad «el sexo es algo extraño para él». La razón de este desapego, según la biografía, podría ser una «latente homosexualidad».
 Lo cierto es que el atractivo, real o ficticio, de Putin provoca casi los mismos efectos en las mujeres que entre algunos hombres. Aunque para muchos rusos no resulte agradable escuchar que el político que ha sacado adelante una ley contra la ‘propaganda homosexual’ sea al mismo tiempo un icono gay.
La biografía sitúa el origen de esa tesis en unas fotos tomadas en 2007, durante unas jornadas de pesca junto a Alberto de Mónaco: «La sesión de fotos es realmente erótica, con Putin y Alberto posando con el torso desnudo y las cañas de pescar entre sus manos», escribe Belkovsky. «Esas declaraciones carecen de toda base. Pura basura», insiste el portavoz del Gobierno.
La consecuencia inmediata de esto es que la vida privada del presidente, hasta ahora tabú, ha pasado a ser habitual tema de tertulia callejera y asunto de interés entre diplomáticos, agencias de inteligencia y expertos en Rusia, según sostiene la revista alemana Der Spiegel. Y es que la política internacional se sigue tejiendo en los grandes foros, pero también en los dormitorios.  

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