Selkie - La piel del alma
Selkie (también llamado silkie o selchie) es una criatura mitológica proveniente del folclore feroés, islandés, irlandés y escocés. Las selkies eran grandes focas.
Leyenda:
Estas criaturas tenían el extraño don de poder deshacerse de su piel de foca y transformarse en mujeres u hombres de belleza inigualable. Una vez que un/a selkie se convertía en mujer/hombre, ocultaba su piel de foca cerca del mar, entre las rocas, de manera que ningún humano pudiese hallarla.
La leyenda cuenta que si un hombre o mujer encuentra la piel de foca, puede exigirle a la/el selkie que se convierta en su esposo/a. Si ese es el caso, el esposo/a es ahora quien debe esconder muy bien la piel. Si la/el selkie llegara a encontrarla, debe abandonar a su familia y regresar al mar, aunque quiera permanecer en tierra junto a sus seres queridos.
La piel del alma
El relato nos ofrece una visión de la estructura de la psique femenina. La doncella
foca, como la naturaleza salvaje de la psique femenina, es una combinación
mística de un animal que al mismo tiempo es capaz de vivir ingeniosamente entre
los seres humanos.
La piel a que se refiere el cuento no es tanto un objeto cuanto la representación
de un estado emocional y un estado del ser, uno que es cohesivo, espiritual
y propio de la naturaleza salvaje femenina. Cuando una mujer se encuentra
en este estado, se siente enteramente ella misma y englobada en su interior. No
se siente fuera de él, preguntándose si obra bien, si se comporta bien, si piensa
bien. Aunque a veces pierda el contacto con este estado de encontrarse "en su
interior", el tiempo que previamente ha pasado allí la sostiene durante su actuación
en el mundo. El periódico regreso al estado salvaje es el que repone las reservas
psíquicas que necesita para sus proyectos, su familia, sus relaciones y su
vida creativa en el mundo de arriba.
Al final, cualquier mujer que permanezca demasiado tiempo alejada de su
hogar espiritual, se cansa. Tal como debe ser. Entonces busca de nuevo su piel
para recuperar el sentido del yo y del alma y restaurar su perspicaz y oceánica
sabiduría. Este gran ciclo de ir y volver, ir y volver, posee en el interior de la naturaleza
instintiva femenina un carácter reflejo y es innato en todas las mujeres a lo
largo de toda la vida, desde la infancia, la adolescencia y la edad adulta, pasando
por el amor, la maternidad, el arte y la sabiduría hasta llegar a la vejez y más allá
de ésta. Estas fases no tienen por qué ser necesariamente cronológicas, pues
muchas veces las mujeres de mediana edad son unas recién nacidas, las ancianas
son unas amantes apasionadas y las niñas pequeñas saben muchas cosas
acerca de los encantamientos de las brujas.
Una y otra vez perdernos esta sensación de encontrarnos por entero en
nuestra piel por los motivos ya mencionados y también a causa de un prolongado
cautiverio. Las que se esfuerzan demasiado y sin el menor descanso también corren
peligro. La piel del alma se desvanece cuando no prestamos atención a lo
que estamos haciendo y, sobre todo, a lo que ello nos cuesta.
Perdemos la piel del alma cuando nos dejamos arrastrar demasiado por el
ego, cuando somos demasiado exigentes y perfeccionistas', cuando nos dejamos
martirizar innecesariamente, nos dejamos arrastrar por la ciega ambición, nos
sentimos insatisfechas —a causa de nuestro yo, de la familia, de la comunidad, la
cultura, el mundo— y no decimos ni hacemos nada al respecto, cuando fingimos
ser una fuente inagotable para los demás o cuando no hacemos todo lo que podemos
para ayudarnos. Hay tantas maneras de perder la piel del alma como mujeres
hay en el mundo.
El único medio de conservar esta esencial piel del alma consiste en mantener
una exquisita y prístina conciencia de su valor y su utilidad. Pero, puesto que
nadie puede mantener constantemente una profunda conciencia, nadie puede
conservar por entero la piel del alma a cada momento del día y de la noche. Sin
embargo, podemos cuidar de que nos la roben lo menos posible. Podernos desarrollar
aquel ojo agudo que vigila las condiciones que nos rodean y defiende
nuestro territorio psíquico. El cuento "Piel de foca, piel del alma" gira, sin embargo,
en torno a un ejemplo de lo que podríamos llamar un robo de especial gravedad.
Este gran robo puede, mediante la conciencia, ser evitado en el futuro si
prestamos atención a nuestros ciclos y a la llamada que nos invita a despedirnos
y regresar a casa."
Selkie (también llamado silkie o selchie) es una criatura mitológica proveniente del folclore feroés, islandés, irlandés y escocés. Las selkies eran grandes focas.
Leyenda:
Estas criaturas tenían el extraño don de poder deshacerse de su piel de foca y transformarse en mujeres u hombres de belleza inigualable. Una vez que un/a selkie se convertía en mujer/hombre, ocultaba su piel de foca cerca del mar, entre las rocas, de manera que ningún humano pudiese hallarla.
La leyenda cuenta que si un hombre o mujer encuentra la piel de foca, puede exigirle a la/el selkie que se convierta en su esposo/a. Si ese es el caso, el esposo/a es ahora quien debe esconder muy bien la piel. Si la/el selkie llegara a encontrarla, debe abandonar a su familia y regresar al mar, aunque quiera permanecer en tierra junto a sus seres queridos.
La piel del alma
El relato nos ofrece una visión de la estructura de la psique femenina. La doncella
foca, como la naturaleza salvaje de la psique femenina, es una combinación
mística de un animal que al mismo tiempo es capaz de vivir ingeniosamente entre
los seres humanos.
La piel a que se refiere el cuento no es tanto un objeto cuanto la representación
de un estado emocional y un estado del ser, uno que es cohesivo, espiritual
y propio de la naturaleza salvaje femenina. Cuando una mujer se encuentra
en este estado, se siente enteramente ella misma y englobada en su interior. No
se siente fuera de él, preguntándose si obra bien, si se comporta bien, si piensa
bien. Aunque a veces pierda el contacto con este estado de encontrarse "en su
interior", el tiempo que previamente ha pasado allí la sostiene durante su actuación
en el mundo. El periódico regreso al estado salvaje es el que repone las reservas
psíquicas que necesita para sus proyectos, su familia, sus relaciones y su
vida creativa en el mundo de arriba.
Al final, cualquier mujer que permanezca demasiado tiempo alejada de su
hogar espiritual, se cansa. Tal como debe ser. Entonces busca de nuevo su piel
para recuperar el sentido del yo y del alma y restaurar su perspicaz y oceánica
sabiduría. Este gran ciclo de ir y volver, ir y volver, posee en el interior de la naturaleza
instintiva femenina un carácter reflejo y es innato en todas las mujeres a lo
largo de toda la vida, desde la infancia, la adolescencia y la edad adulta, pasando
por el amor, la maternidad, el arte y la sabiduría hasta llegar a la vejez y más allá
de ésta. Estas fases no tienen por qué ser necesariamente cronológicas, pues
muchas veces las mujeres de mediana edad son unas recién nacidas, las ancianas
son unas amantes apasionadas y las niñas pequeñas saben muchas cosas
acerca de los encantamientos de las brujas.
Una y otra vez perdernos esta sensación de encontrarnos por entero en
nuestra piel por los motivos ya mencionados y también a causa de un prolongado
cautiverio. Las que se esfuerzan demasiado y sin el menor descanso también corren
peligro. La piel del alma se desvanece cuando no prestamos atención a lo
que estamos haciendo y, sobre todo, a lo que ello nos cuesta.
Perdemos la piel del alma cuando nos dejamos arrastrar demasiado por el
ego, cuando somos demasiado exigentes y perfeccionistas', cuando nos dejamos
martirizar innecesariamente, nos dejamos arrastrar por la ciega ambición, nos
sentimos insatisfechas —a causa de nuestro yo, de la familia, de la comunidad, la
cultura, el mundo— y no decimos ni hacemos nada al respecto, cuando fingimos
ser una fuente inagotable para los demás o cuando no hacemos todo lo que podemos
para ayudarnos. Hay tantas maneras de perder la piel del alma como mujeres
hay en el mundo.
El único medio de conservar esta esencial piel del alma consiste en mantener
una exquisita y prístina conciencia de su valor y su utilidad. Pero, puesto que
nadie puede mantener constantemente una profunda conciencia, nadie puede
conservar por entero la piel del alma a cada momento del día y de la noche. Sin
embargo, podemos cuidar de que nos la roben lo menos posible. Podernos desarrollar
aquel ojo agudo que vigila las condiciones que nos rodean y defiende
nuestro territorio psíquico. El cuento "Piel de foca, piel del alma" gira, sin embargo,
en torno a un ejemplo de lo que podríamos llamar un robo de especial gravedad.
Este gran robo puede, mediante la conciencia, ser evitado en el futuro si
prestamos atención a nuestros ciclos y a la llamada que nos invita a despedirnos
y regresar a casa."
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