La propietaria vio precipitarse la roca desde el cielo hace 83 años y, ahora, tras conocer su valor geológico, dona un fragmento al Museo de Ciencias Naturales del CSIC
Hace 4.600 millones de años el sistema solar era una
inmensa nube molecular en la que elementos primigenios como el
Hidrógeno, Helio, Berilio, Magnesio, Hierro o Calcio flotaban sometidos a
constantes colisiones. Poco a poco, y por el efecto de fuerzas
gravitatiorias, electrostáticas y electromagnéticas, esos gases y
metales fueron colapsando en el interior del disco protoplanetario hasta
ir formando pequeños agregados que, todavía más lentamente, terminaron
formando planetas y asteroides. 4.517 millones de años después de
iniciarse ese proceso, concretamente, El 9 de julio de 1931, a las nueve
y media de la mañana, una enorme bola de fuego
sobrevoló la provincia de León generando a su paso una secuencia de
estallidos audibles desde la capital y otros municipios próximos, entre
ellos Boñar y Cistierna. Rosa González Pérez,
entonces una niña de 11 años, se encontraba haciendo un recado en el
centro del municipio de Ardón cuando escuchó una especie de trueno que
surgió de una estela de polvo. Justo delante de ella vio caer del cielo una pequeña roca humeante
y al recogerla notó que todavía estaba caliente. Por desconocimiento,
no comentó nada sobre su hallazgo y la guardó en una cajita,
preservándola en muy buenas condiciones durante 83 años. En sus manos
tenía un vestigio, llegado desde el cinturón de asteroides que existe
entre Marte y Júpiter, de cómo era el sistema solar millones de años
atrás.
Durante casi un siglo, Rosa -que hoy tiene 94 años- guardó
esos 5,5 gramos del primigenio sistema solar hasta que un sobrino suyo,
José Antonio González, pensó que podría ser importante y se puso en
contacto en 2013 con el investigador Josep Maria Trigo, del Grupo de Meteoritos del Instituto de Ciencias del Espacio del CSIC y miembro del Instituto de Estudios Espaciales de Cataluña,
para preguntarle si ese pedazito de roca negruzca que su tía guardaba
en una cajita tenía algún valor. Y lo tenía para la Ciencia. «Un valor
incalculable para la investigación, para que las nuevas generaciones de
científicos se formen estudiando este tipo de materiales en los que
cualquier día podríamos encontrar, ¿por qué no?, restos de vida
extrarrestre», explicaba este científico en la rueda de prensa celebrada en la sede del CSIC en Madrid, donde se dio a conocer que sus propietarios han donado una sección del ejemplar al Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC.
El trabajo de Trigo y de Jordi Llorca, de la Universidad
Politécnica de Cataluña, permitió caracterizar a Ardón, que así se ha
llamado a este meteorito, como un meteorito primitivo, una condrita ordinaria del grupo L6 procedente de un asteroide desconocido. que ya forma parte del catálogo de la Meteoritical Society, organismo profesional a nivel internacional encargado de esta labor.
Meteoritos en un cajón
La caída de Ardón no es un caso aislado, de hecho, Josep
María Trigo explica que «la estadística nos dice que sobre España cae un
meteorito al año con una masa mayor de 1 kilogramo. El problema es que
muchos no se detectaban y los que lo eran por personas que no pertenecen
al mundo de la Ciencia están ahora mismo guardados en cajones. Desde el
de Reliegos, en el año 1947, hasta el de Villalbeto de la Peña, en 2004
(que se recuperó a las pocas semanas de su caída), tenemos un vacío de
57 años en los que no hay constancia de caídas de meteoritos, y eso no
es posible. Ahora, con la creación en 1999 de la Red de Investigación
sobre Bólidos y Meteoritos no pasan desapercibidos. Gracias a nuestro
trabajo hemos conseguido datar la órbita del de Villalbeto y recuperar
también otro en Puerto Lápice en 2007. Es necesario impulsar la ley del
Patrimonio Natural de 2007 que reconoce que los meteoritos españoles son
patrimonio geológico y, por tanto, deben ser preservados y permanecer en el país».
No hay comentarios:
Publicar un comentario