Los siervos de los opiáceos: “Estas pastillas me permiten trabajar tres días sin dormir”
El abuso de fármacos en Egipto se ha convertido en una epidemia incontrolable. En apenas unos años, las pastillas Tramadol se han erigido en la droga más consumida del país, superando los índices de adicción a la heroína. Este fuerte analgésico opiáceo, compuesto por tramadol hidrocloruro, se comercializó por primera vez en 1995 para paliar los intensos dolores producidos por el cáncer. Una venta poco restrictiva y un precio muy bajo al alcance de la mayoría fomentaron su uso con fines recreativos.
El abuso de fármacos en Egipto ya es una epidemia incontrolable. Seis millones de personas son adictasSegún los estudios más recientes del Ministerio de Sanidad sobre drogadicción, el 7% de la población egipcia es adicta a algún tipo de sustancia (cerca de 6 millones de personas). Y, de todos ellos, el 32% son dependientes del Tramadol, según la organización Life Makers (Creadores de vida).
El “opio sintético” es especialmente popular en las zonas deprimidas y entre las clases trabajadoras por su “gran poder energético”. Los conductores de microbuses, taxis o los pluriempleados recurren al Tramadol para afrontar las largas jornadas de trabajo. Quienes la consumen aseguran experimentar dosis de energía intensa, oleadas de bienestar producidas por la segregación de serotonina y una ausencia total de dolor. Otro tipo de usuarios buscan en él los mismos efectos de la Viagra. Sin embargo, también es común entre los consumidores de heroína cuando no pueden afrontar el precio de un ticket (dosis de un gramo), cuyo precio ronda las 100 libras egipcias (10 euros). Una tableta de diez comprimidos de Tramadol, en cambio, apenas supera las 5 libras egipcias (50 céntimos de euro).
“Me drogaba para trabajar 16 horas diarias”
Cajas de Tramadol incautadas en Tripoli (Reuters).En las orillas del “Gran Lago Amargo”, en el Canal de Suez, un grupo de hombres escucha atento a su profesor. Es la primera clase del programa de desintoxicación, un plan de tres meses para salir de las drogas. Hasan es nuevo en el centro, sólo hace cinco días que salió del “área detox”, un aula vacía en la que pasan el síndrome de abstinencia. Su mirada perdida y sus lentos movimientos denotan sus largos años de adicción a los productos farmacéuticos y a la heroína. Mahmud es el supervisor del curso; con paciencia, lee palabra por palabra con los pacientes. “Tienen volver a comprender el significado de lo que leen”, dice.
Mohamed fuma orgulloso un cigarro en la terraza de la clase. A este egipcio de 30 años sólo le quedan dos niveles para terminar el proceso. Sus frases rápidas, el continuo parpadeo y los diferentes tics son consecuencia de casi dos décadas de abuso del Tramadol y la heroína. “Hace tres meses que no tomo nada”, explica sonriente a El Confidencial. Mohamed compró su primera caja de opiáceos cuando tenía 16 años. “¿Por qué?”, se pregunta: “Con 13 años, mi padre me obligaba a trabajar 16 horas diarias”. Por aquel entonces, Mohamed se acostumbró a transportar pesadas mercancías bajo los efectos de los sedantes. “Consumía 20 pastillas y fumaba 12 paquetes de tabaco al día”, cuenta.
Con los años Mohamed se hizo adicto a la heroína. Cada día, esnifaba cinco gramos y bebía grandes cantidades de alcohol. Los efectos de los analgésicos lograban paliar los síntomas y le ayudaban a estar presentable en el trabajo. “Nunca conseguía dormir profundamente”, confiesa. Pero un día su mujer le anunció que estaba embarazada. “Fue ahí cuando decidí pedir ayuda profesional, el Tramadol y la heroína me habían convertido en un hombre sin sentimientos”. ¿Su experiencia más traumática? Mohamed baja la cabeza, avergonzado. “Obligué a mi mujer a beber un vaso lleno de alcohol. Por mi culpa estuvo hospitalizada una semana”, confiesa.
Un hombre trabaja en unas obras en la Plaza Tahrir, en El Cairo (Reuters).Un síndrome de abstinencia peor que el de la heroína
Durante los últimos años, la lista de espera en los centros de desintoxicación se ha triplicado. Según los expertos, la escasa seguridad y la falta de empleo son las principales causas del aumento en las tasas de drogadicción. Rasha Mahmoud es la directora de este centro. Hoy examina detenidamente la tabla de actividades y comprueba que cada clase cumple el horario establecido. Mientras habla con uno de los recién llegados, explica que el Tramadol es “el factor común” entre todos los pacientes. Su consumo está relacionado con una “vida de la calle”, con familias de pocos recursos que recurren a distintos empleos para sobrevivir. “Es la droga de los trabajadores”, asegura. Uno de los pacientes cuenta que las pastillas se encuentran con facilidad en la calle: “En mi barrio, en Imbaba, niños de 10 años venden comprimidos y es normal verles sobreexcitados mientras pelean entre ellos”.
Según cuenta Rasha, el síndrome de abstinencia dura el doble que el de los adictos a la heroína. “Uno de nuestros últimos pacientes estuvo 45 días”, dice. “Las experiencias de la heroína son las más placenteras, los adictos ni siquiera encuentran palabras para describirlas, pero dejar el Tramadol es más complicado. Primero porque es muy barato, segundo porque forma parte de la rutina y, también, porque quita los síndromes de abstinencia de otras drogas”. Rasha cree que los adictos a los fármacos son los pacientes más violentos. "Uno de ellos intentó matarme con un cuchillo”, recuerda. “A los cinco minutos no se acordaba de qué había ocurrido”. Rasha destaca la proliferación del uso de fármacos. Los nuevos pacientes, por ejemplo, hablan del Apatril, un medicamento para tratar la esquizofrenia cuyos efectos son un intenso brote de euforia seguido de impulsos violentos.
Un joven estudia durante la noche en medio de un corte de electricidad en Toukh (Reuters). Las pastillas que llegaron de China
En el año 2005 las autoridades egipcias decidieron tomar medidas y emitieron un decreto ministerial para restringir la venta de Tramadol. “Ahora sólo es posible su venta en hospitales públicos, no en las farmacias”, asegura el doctor Hany Emam, inspector del departamento de sustancias narcóticas y psicotrópicas del Ministerio de Salud. Sin embargo, desde entonces varios laboratorios de China e India introducen grandes cargamentos de Tramadol ilegal en Egipto para suplir la creciente demanda. Según cuenta el doctor Emam, el 95% del Tramadol que circula en Egipto es ilegal y se ha vuelto incontrolable. El problema está en las aduanas “donde funcionarios permiten la entrada de estos cargamentos a cambio de sobornos”, dice el doctor Emam.
Laboratorios de China e India introducen grandes cargamentos de Tramadol ilegal en Egipto para suplir la creciente demandaAdemás, “muchas farmacias egipcias venden fármacos de contrabando. Compran mercancía ilegal a traficantes para vender Tramadol sin receta médica”, cuenta Faisal Hegazy, miembro de UNODC (Oficina de Drogas y Crimen de Naciones Unidas). El Ministerio de Sanidad declaró que en el año 2013 se retiraron 35 millones de cajas de 108 farmacias que vendían Tramadol de contrabando. El fenómeno de la “pastilla energética” preocupa a las organizaciones sanitarias ya que su abuso se ha extendido en la mayoría de países en Oriente Próximo, y todavía se desconocen los efectos que puede tener sobre la salud. En el año 2012, las autoridades egipcias incautaron 620 millones de tabletas de este fármaco en contenedores procedentes de envíos comerciales, la mayoría desde India, a través del puerto de Dubai y Yemen, según informa la UNODC.
En el mercado negro su precio es tres veces mayor, una tableta cuesta 15 libras egipcias (1,5 euros). Además, “en ocasiones estas pastillas triplican la dosis permitida, de 50 mg., llegando a composiciones de 300 mg.”, cuenta Hegazy, lo que puede tener una reacción mortal en quienes la consumen. “Naciones Unidas no puede restringir el comercio de este medicamento porque es un fármaco legal en varios países del mundo”, asegura Hegazy, “nuestra preocupación es el uso que se le ha dado en Egipto”.
Hegazy se refiere al consumo extendido entre las clases más desprotegidas que no tienen acceso económico a una rehabilitación adecuada y que está alimentado por el contrabando. Por su parte, las compañías farmacéuticas del país, que desde hace años se lucran con la venta de analgésicos opiáceos, creen el problema es endémico y pertenece a “una sociedad que busca continuamente sustancias para drogarse”, dice el Doctor Sameh, miembro del sindicato de farmacéuticos.
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