Antes de que empieces a leer, te aclaro: les tengo mucho cariño a
Alemania y a los alemanes. He vivido
Berlín
por los últimos tres años y he compartido mi vida diariamente con su
gente. Mi experiencia ha sido extremadamente positiva, pero después de
vivir en el mismo lugar por tanto tiempo, he aprendido algunas cositas.
He aquí entonces mi lista de consejos sobre cómo hacer enojar a un
alemán, espero que te sea útil…
Cruza con el semáforo en rojo (y con niños de la mano)
La manera más simple de provocar un
enojo
teutón clásico es cruzar por la calle con el semáforo en rojo. Te
arriesgas a recibir una multa por cruzar una calle de manera imprudente
o incluso puedes ser masacrado por un vehículo que circula a toda
velocidad. Pero al final, habrá valido la pena ser testigo de las caras
que te esperan del otro lado de la calle. Ancianos, mujeres encorvadas,
obreros con mamelucos y hombros tatuados, padres ejemplares apretando
fuerte la mano de sus hijos, todos ellos unidos en una mezcla honrada de
incomprensión, asco y furia. Para lograr un impacto máximo, trata de
cruzar la calle con un par de niños pequeños, silbando animadamente
mientras caminan.
Obsérvalo fijamente con binoculares
Si mirar fijamente fuera un deporte olímpico, los alemanes se llevarían
todas las medallas de oro. En países como
Gran Bretaña y los
Estados Unidos, clavar los ojos en un extraño por mucho tiempo podría provocar que te griten, que te peguen o incluso que te maten. Pero en
Alemania,
el mirar fijo y por largo tiempo a alguien, simplemente sucede. Es como
respirar, caminar o desarrollar un vocabulario complejo e innecesario
(ver más abajo). Pero la gente acá no solamente te mira fijamente, sino
que mira a través tuyo, la mayoría de las veces por curiosidad y otras
pocas con ojo crítico. No es casualidad que la agencia de inteligencia y
espionaje más aparatosa de la historia europea, la Stasi, haya tenido
lugar en la entonces Alemania del Este. Intenté mirarlos fijo también y
no funciona, por eso ahora recomiendo el uso del factor sorpresa: sacar
un par de pequeños binoculares de la mochila y devolver la mirada. Si
eso falla, gritar lo más fuerte que se pueda (con un megáfono incluso,
si hay uno a mano), si por favor pueden tomarte una foto.
Cuando hables inglés, usa palabras difíciles.
La mayoría de los alemanes puede, a cierta edad, hablar muy bien
inglés, lo que los hace actuar un poco engreídos, la verdad,
especialmente considerando que ha habido sólo tres extranjeros en el
mundo capaces de hablar alemán como alemanes. Y esto es, en parte,
porque como decía
Mark Twain, las palabras en alemán son tan largas que “tienen perspectiva”. Una de las palabras más cortas en el diccionario alemán es
Rindfleischetikettierungsüberwachungsaufgabenübertragungsgesetz, por ejemplo, que vagamente significa “No”. Las palabras más largas en español,
electroencefalografista, o en inglés,
Antidisestablishmentarianism,
son una comparación patética. Así es imposible dar pelea. En cambio,
saca ventaja de tu inglés arcaico y salpica las conversaciones de
términos casi olvidados como
circumbilivagination o
epalpebrate, pretendiendo que son palabras de
uso diario.
Orina parado
Esto va para los hombres (obviamente) y se basa en una sutil anomalía
cultural, ya que en Alemania los hombres tienden a hacer pis sentados.
Hay incluso un nombre para los hombres que hacen esto:
sitzpinklers.
Y aquellos que insisten en hacer de parados -y siguen salpicando y
sumando críticos, especialmente entre las mujeres-, son llamados
stehpinklers.
Claro que ésta no es ni por asomo una característica nacional y aplica
solo a situaciones domésticas. Aún aquellos hombres bien entrenados
para hacer pipi sentados en casa,
no se sentarían en un inodoro público. Pero es un
fenómeno muy real y no es raro ver
calcomanías pro-
sitzpinkler decorando los baños. Entonces, para ser ultra molesto, debes pararte (literalmente) y hacer respetar tus derechos de hombre.
Di que no te gustan los espárragos, especialmente si son blancos.
Los alemanes se vuelven -y no hay otra manera de decirlo-, absolutamente incontrolables cuando se trata de espárragos (
spargel). Lo llaman “el rey de
las verduras” o “el marfil comestible”. No estoy hablando de los espárragos verdes, sino de los
blancos, que son observados con cierta sospecha por el
resto del mundo.
Alemania y Suiza son los mayores consumidores de espárragos blancos.
Entre fines de abril y principios de junio no se come, literalmente,
nada más. Día y noche, desayuno, almuerzo y cena. Restaurantes
normalmente sensatos transforman sus menúes en una lista de comidas con
espárragos, puestitos de venta de espárragos aparecen de la nada al
costado de los caminos y los baños públicos apestan. Aún cuando los
alemanes no suelen gastar mucho dinero en comida, venderían a su propia
madre para conseguir un poco de “oh, ese oro blanco”. Estás avisado: si
te invitan a cenar durante la temporada del espárrago y decides
compartir que no eres precisamente un fanático de esta verdura,
“especialmente en su versión blanca e insabora”, vas a perder un amigo
en cuestión de segundos, e incluso te arriesgas a ser deportado.
Recicla incorrectamente
Los alemanes ya estaban reciclando cuando muchos de nosotros no
habíamos aprendido todavía a gatear. Por lo tanto, su estructura de
reciclaje tiene reglas muy estrictas que involucran tachos de diferentes
colores para diferentes tipos de basura y un ejército de trabajadores.
Además
del reciclado en
los hogares,
vas a encontrar en la calle grandes contenedores verdes, blancos y
marrones, para los diferentes colores de vidrio. Para irritar a todo un
pueblo, simplemente acércate a esos contenedores con un montón de
botellas de todos los colores y empieza a colocarlas alegremente en el
lugar equivocado. Aún una calle tranquila una mañana de domingo
presenciará escenas de indignación colectiva, desde los viejitos con
bastón hasta las colegialas de trenzas, todos van a sacudir sus puños
ante tu estupidez e ignorancia.
Haz correr la noticia: nadie fuera de Alemania ha visto “Cena para uno”
Si le preguntas a un alemán si conocen la película
Cena para uno,
sus ojos van a brillar de emoción. El filme británico es sobre una
aristócrata (Miss Sophie) que celebra sus 90 años con amigos que, como
ya han muerto, son imaginarios. Su mayordomo, James, cómicamente se hace
pasar por cada uno de ellos, imitando sus voces, brindando por ellos y
emborrachándose a paso lento pero seguro. Esta película es un clásico
durante la noche
de Año Nuevo en Alemania desde los años 70 y a esta altura es ya una
instutución. Cuando tu interlocutor, una hora más tarde, termina de
alabar la película, es tu turno de comunicarle, con calma, que aunque
“Cena para uno” haya figurado en el libro Guinness de los récords como
el programa que más ha salido al aire en toda la historia, nunca (pero
nunca) ha sido exhibida en los
Estados Unidos o en
Gran Bretaña. Sólo unas pocas veces en
Australia.
Pon tu alarma lo más temprano que puedas y aprópiate de las mejore sillas playeras.
Sí, puedes molestar a los alemanes aún fuera de Alemania. Los alemanes de vacaciones son mundialmente reconocidos por su
costumbre de reservar las sillas de playa con toallas. Tanto que, en 2009, Thomas Cook organizó un
servicio
de reserva de reposeras, para que los viajeros pudieran tener sus
sillas disponibles mucho antes de subir al avión. Para provocar una
irritación máxima, despiértate en el medio de la noche y cubre con
toallas todas las reposeras disponibles (puntos extra si las toallas
tienen la bandera Union Jack).
No hay comentarios:
Publicar un comentario