EL FUEGUITO INTERIOR
Vivir con un poco menos, no pintarse las uñas ni tener más de cuatro pares de zapatos. Frecuentar muy poco los supermercados, los grandes centros comerciales, las horribles oficinas. Acudir, sin embargo, más al bosque, al parque, a las riveras de los ríos, a la sombra de las encinas, al mar solitario, aunque sea descalza, aunque sea con el mismo jersey gastado que llevábamos en el instituto. Trabajar al aire libre, a media jornada y por cuenta propia. Tener un montón de tiempo para una, pasar largos días en la propia compañía, sin utilizar el móvil ni el ordenador ni la tablet ni… Escuchar a los pájaros como si nos fuera la vida en ello, caminar, caminar mucho por entre las cortezas, las ramas, el musgo, las flores. Tener un lago enteramente nuestro, para bañarnos desnudas, y ver cómo se acercan los martines pescadores, esas criaturas de azul vibrante y naranja tan necesarias para el alma. No protegernos de la lluvia, dejarnos empapar por el cielo que tiene algo que decirnos. Depilarnos menos y leer a las grandes mujeres, mujeres de todos los tiempos que dejaron su sabiduría para nosotras, su legado. Cocinar todos los días por placer, porque podemos hacer verdadera magia para la vista y la sangre con sólo cocinar. Dormir sin bragas, aprovechar las noches de verano para dormir a la intemperie, mirar fijamente al sol cuando está casi escondiéndose por la lejana montaña. Rodearse de belleza, alimentar el fuego creativo, respetar el ritmo que nos marcan nuestros ciclos. Respirar profundamente cada cinco minutos, volviendo la conciencia al cuerpo, ese templo tan hermoso que tenemos. Convivir con animales salvajes, como los felinos, los perros y los pájaros, correr y volar con ellos. Amamantar a nuestras crías, dormir a su lado, darles masajes todo el tiempo. Leer cuentos infantiles, son un remedio eficaz contra la desilusión y la desesperanza. Bailar en la naturaleza, mover las caderas entre montañas o en la ancha llanura castellana, rodearse de mujeres que quieren vivir más libres y más ellas. Tocarnos los pechos un día sí y otro también, agradeciendo, amando y respetando su presencia. Dejarse inspirar por lo siguiente: viajes, águilas, sueños, indígenas, plantas, meditación, silencio, niños, arte, acantilados…Todas podemos introducir algunos de estos cambios en nuestra vida cotidiana. Es esencial que lo hagamos, si no queremos morir de hambre. La mujer de hoy ha sido civilizada en exceso, está sobreestimulada intelectualmente en un trabajo que le ocupa ocho o más horas diarias, en una vida virtual que la satura con estímulos que nada le aportan: entrevistas a no sé quién, anuncios graciosos, fotos de personas a las que ni siquiera conoce, conversaciones frívolas, jueguecitos en el móvil… Lo bueno de ésto es que, tarde o temprano, deja de funcionar, la humana llega a niveles altísimos de fatiga, desinterés y ansiedad, y se ve obligada a buscar en otra parte, quizás debajo de las raíces de los árboles, quizás en su propio corazón.
Puede que tú seas una de esas mujeres y te sientas al borde del cansancio, del profundo vacío, del sinsentido que duele como la peor de las heridas. Quizás no logres encontrar espacio para tí, para alimentarte por dentro, para fortalecer tus pasiones y grandes sueños. Si te encuentras sin fuerzas en una encrucijada del camino y no sabes para dónde tirar…. Escucha estas palabras, hembra, PRIORIZA. Lárgate sola al bosque, al campo, a esa ciudad que tanto te ha inspirado siempre. Deja lo que tengas que dejar atrás: el trabajo, una relación que ya no te nutre, unos estudios que no satisfacen tus inquietudes, obligaciones varias… COGE el pulso firme que te queda y dedícate en exclusiva a llamar al fuego que perdiste, la libido que antaño te permitía ilusionarte de verdad, hacer las cosas con verdadera alegría y PODER. Sólo te tienes a ti, linda, con tus dos alas grandes y tus garras de águila. NO TE ABANDONES ahora. Vuela sobre las veredas, otea todos los riscos, tantea los diferentes tipos de viento hasta que te encuentres de nuevo. Para eso estás aquí, mujer. Y lo sabes.
Gracias por estar ahí,
Nuria.
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